CATÁLOGO | Fuera de colección
Los seres queridos
Dennis Barlow, poeta y enterrador de las mascotas de los ricos; Aimée Thanatogenos, maquilladora de muertos, y el señor Joyboy, gurú de la espiritualidad, se encuentran y desencuentran en esta emocionante —e inquietante— sátira social.
Mientras explora el amor como cosmética y la muerte como negocio, Evelyn Waugh retrata a la sociedad californiana, que el propio novelista descubrió en sus viajes por Estados Unidos. Los seres queridos no es solo la primera gran novela sobre el mortuary business, sino también una aguda mirada extranjera sobre una cultura donde las emociones y las experiencias se convierten en mercancías; un mundo, pese a su extravagancia, precursor del nuestro, donde la autenticidad y el bienestar se convierten en culto.
En esta festiva fábula de perros, amantes y enterradores, nada queda libre de ser banalizado. También la poesía y la muerte sucumben a los plumajes —y a los fantasmas imprevisibles— de la sociedad de consumo.
Xita Rubert.
El humor está muy presente en el catálogo de Anagrama, tanto que en 2009, con ocasión del 40.º aniversario de la editorial, Jorge Herralde editó una antología no venal llamada El mejor humor inglés, un particular homenaje que ofrecía cuentos y fragmentos de novelas de autores insignes de la casa. En 2014, para celebrar un lustro más de vida, se lanzó una colección efímera —de ocho títulos— llamada «La conjura de la risa». Ambas iniciativas contaron con la presencia de Evelyn Waugh y una de sus obras más célebres: ¡Noticia bomba!
Si esta novela satiriza el mundo del periodismo de principios del siglo xx, Los seres queridos hace lo propio con la industria del mortuary business estadounidense de los años cuarenta, que brindaba la posibilidad de enfrentarse a la muerte maquillando y disfrazando a los difuntos hasta convertirlos en ridículas parodias de los vivos. Esta preocupación por el reposo eterno de los seres queridos también se hizo extensible a los animales de compañía, y aunque el lector contemporáneo está acostumbrado al apego —casi humanizador— a las mascotas, las muestras de aflicción y duelo por la pérdida de los animales domésticos generaban, a partes iguales, incredulidad y risa en los lectores coetáneos de Waugh.
RESEÑAS DE PRENSA
Dennis Barlow, poeta y enterrador de las mascotas de los ricos; Aimée Thanatogenos, maquilladora de muertos, y el señor Joyboy, gurú de la espiritualidad, se encuentran y desencuentran en esta emocionante —e inquietante— sátira social.
Mientras explora el amor como cosmética y la muerte como negocio, Evelyn Waugh retrata a la sociedad californiana, que el propio novelista descubrió en sus viajes por Estados Unidos. Los seres queridos no es solo la primera gran novela sobre el mortuary business, sino también una aguda mirada extranjera sobre una cultura donde las emociones y las experiencias se convierten en mercancías; un mundo, pese a su extravagancia, precursor del nuestro, donde la autenticidad y el bienestar se convierten en culto.
En esta festiva fábula de perros, amantes y enterradores, nada queda libre de ser banalizado. También la poesía y la muerte sucumben a los plumajes —y a los fantasmas imprevisibles— de la sociedad de consumo.
Xita Rubert.
El humor está muy presente en el catálogo de Anagrama, tanto que en 2009, con ocasión del 40.º aniversario de la editorial, Jorge Herralde editó una antología no venal llamada El mejor humor inglés, un particular homenaje que ofrecía cuentos y fragmentos de novelas de autores insignes de la casa. En 2014, para celebrar un lustro más de vida, se lanzó una colección efímera —de ocho títulos— llamada «La conjura de la risa». Ambas iniciativas contaron con la presencia de Evelyn Waugh y una de sus obras más célebres: ¡Noticia bomba!
Si esta novela satiriza el mundo del periodismo de principios del siglo xx, Los seres queridos hace lo propio con la industria del mortuary business estadounidense de los años cuarenta, que brindaba la posibilidad de enfrentarse a la muerte maquillando y disfrazando a los difuntos hasta convertirlos en ridículas parodias de los vivos. Esta preocupación por el reposo eterno de los seres queridos también se hizo extensible a los animales de compañía, y aunque el lector contemporáneo está acostumbrado al apego —casi humanizador— a las mascotas, las muestras de aflicción y duelo por la pérdida de los animales domésticos generaban, a partes iguales, incredulidad y risa en los lectores coetáneos de Waugh.