CATÁLOGO | Narrativas hispánicas
El tañido de una flauta
En el Festival de Venecia, un productor cinematográfico mexicano asiste deslumbrado a la proyección de una película japonesa, en la que se cuenta una historia que, enigmáticamente, no puede ser sino la vida del escritor Carlos lbarra, un amigo del productor.
A través de dos vertientes, la de dicho productor y la de un pintor que evoca sus años en Europa, en El tañido de una flauta (título a su vez de la película japonesa) se reconstruye la historia, marcada por la voluntad de desastre, de Carlos Ibarra desde sus inicios fulgurantes hasta la realización consciente de su fracaso, que culmina en su derrumbe total. Sergio Pitol recrea un mundo refinado y salvaje, fantástico y racional, perverso y erudito, donde personajes y situaciones aparecen intermitentemente sacudidos por una ráfaga de delirio que los conduce hasta el onírico desenlace final. Los pobladores de este mundo son una fauna de artistas, cineastas, figuras sociales más o menos brillantes, un teósofo y una Falsa Tortura, que parecen moverse con tanta desenvoltura en Venecia, Barcelona y la costa montenegrina como en las somnolientas ciudades provincianas de su país natal.
Dos fases del instinto aparecen contrastadas de manera especialmente visible: la lucha por romper el cordón umbilical y la ciega vocación de volver al seno materno. En ese diapasón surgen y se desarrollan los confictos narrados en El tañido de una flauta.
En un estilo de progresivas iluminaciones interiores, Pitol ha escrito una obra estremecida como un apasionado testimonio, ennoblecida por un arte literario que perpetuamente cuestiona sus motivos, destruyéndolos como materiales para finalmente salvarlos en la unidad de la obra. Novela de la creación artística, de la iluminación, de la voluntaria pérdida de dones y prestigios, de la complejidad implícita en el mero hecho que para algunos seres constituye su existencia, este Tañido permite a la vez una lectura desbocada y voraz como la de un thriller.
Cuando en 1972 apareció, en México, la primera edición de El tañido de una flauta, Juan García Ponce señaló que se trataba de una obra destinada a ser sólo comprendida por las generaciones del futuro. A su vez, Carlos Monsiváis afirmó que era «una de las mejores novelas (desconocidas) de la literatura mexicana». Las posteriores novelas de Sergio Pitol han contribuido a iluminar algunos de sus meandros más oscuros, tal vez por haber habituado al lector a no esperar soluciones previsibles a los misterios que el autor propone; o, tajantemente, a no esperar más solución que la surgida de una propia experiencia individual. En cualquier caso, El tañido de una flauta, Juegos florales
y El desfile del amor (Premio Herralde) conforman un personalísimo corpus novelístico al que sería difícil encontrar parangón en la literatura contemporánea latinoamericana.
RESEÑAS DE PRENSA
En el Festival de Venecia, un productor cinematográfico mexicano asiste deslumbrado a la proyección de una película japonesa, en la que se cuenta una historia que, enigmáticamente, no puede ser sino la vida del escritor Carlos lbarra, un amigo del productor.
A través de dos vertientes, la de dicho productor y la de un pintor que evoca sus años en Europa, en El tañido de una flauta (título a su vez de la película japonesa) se reconstruye la historia, marcada por la voluntad de desastre, de Carlos Ibarra desde sus inicios fulgurantes hasta la realización consciente de su fracaso, que culmina en su derrumbe total. Sergio Pitol recrea un mundo refinado y salvaje, fantástico y racional, perverso y erudito, donde personajes y situaciones aparecen intermitentemente sacudidos por una ráfaga de delirio que los conduce hasta el onírico desenlace final. Los pobladores de este mundo son una fauna de artistas, cineastas, figuras sociales más o menos brillantes, un teósofo y una Falsa Tortura, que parecen moverse con tanta desenvoltura en Venecia, Barcelona y la costa montenegrina como en las somnolientas ciudades provincianas de su país natal.
Dos fases del instinto aparecen contrastadas de manera especialmente visible: la lucha por romper el cordón umbilical y la ciega vocación de volver al seno materno. En ese diapasón surgen y se desarrollan los confictos narrados en El tañido de una flauta.
En un estilo de progresivas iluminaciones interiores, Pitol ha escrito una obra estremecida como un apasionado testimonio, ennoblecida por un arte literario que perpetuamente cuestiona sus motivos, destruyéndolos como materiales para finalmente salvarlos en la unidad de la obra. Novela de la creación artística, de la iluminación, de la voluntaria pérdida de dones y prestigios, de la complejidad implícita en el mero hecho que para algunos seres constituye su existencia, este Tañido permite a la vez una lectura desbocada y voraz como la de un thriller.
Cuando en 1972 apareció, en México, la primera edición de El tañido de una flauta, Juan García Ponce señaló que se trataba de una obra destinada a ser sólo comprendida por las generaciones del futuro. A su vez, Carlos Monsiváis afirmó que era «una de las mejores novelas (desconocidas) de la literatura mexicana». Las posteriores novelas de Sergio Pitol han contribuido a iluminar algunos de sus meandros más oscuros, tal vez por haber habituado al lector a no esperar soluciones previsibles a los misterios que el autor propone; o, tajantemente, a no esperar más solución que la surgida de una propia experiencia individual. En cualquier caso, El tañido de una flauta, Juegos florales
y El desfile del amor (Premio Herralde) conforman un personalísimo corpus novelístico al que sería difícil encontrar parangón en la literatura contemporánea latinoamericana.