CATÁLOGO | Panorama de narrativas
El primer tercio
Seguro que Neal Cassady es la persona que más libros e historias inspiró y protagonizó en la literatura universal del siglo XX. Epítome del movimiento perpetuo como personaje real y como personaje literario, fue una fuerza de la naturaleza de tal magnitud que su papel como demiurgo de los escritores de la Generación Beat, como el auténtico genio que estaba detrás de todo el grupo -ya a partir de Go, de John Clellon Holmes, la novela bautismal de la generación-, le ganó un puesto en las letras y la mitología popular norteamericanas, y en todo Occidente. Y aunque también escribió unas cuantas cosas de mérito por su cuenta, nunca las publicó estando vivo. No tenía tiempo: tenía que correr de un lado a otro, millas y más millas por raíles y asfaltos, saltar de cama en cama y de bar en bar y de colocón en colocón, para que otros intentaran seguir su ritmo y se vieran obligados a detenerse a tomar aliento y retratarlo o aludirlo en un montón de libros famosos (y quizás, en tantos sentidos, extraordinarios).
Así, es el Dean Moriarty de la mítica En el camino, el Cody Pomeray de Visiones de Cody y de Los Vagabundos del Dharma -novelas todas de Jack Kerouac-, es N. C., el héroe secreto de Aullido, el enorme poema fundacional de Allen Ginsberg, y es, con su propio nombre y por derecho, Cowboy Neal, el incansable conductor pirado de «Further», el autobús escolar de Ken Kesey -el autor de Alguien voló sobre el nido del cuco-y su banda de Alegres Bromistas pirados en los viajes psiquedélicos que con tanto brío cuenta Tom Wolfe en la que seguramente es su mejor obra: Ponche de ácido lisérgico. Y luego, más adelante, también se harían canciones (Grateful Dead) y películas sobre Cassady y su mundo, como La última vez que me suicidé de Stephen Kay o Generación perdida de John Byrum.
Pero a los beats la inspiración que Neal Cassady les dio no les vino sólo del individuo excepcional, del hombre «más rápido del mundo», de sus hazañas de semental ambidextro e insaciable, del hombre que nunca tenía suficiente, sino que les vino también de su verborrea incontenible, de su capacidad de contar y divagar sin aburrir horas y horas, y del estilo igualmente libre y torrencial que conseguía instilar en las extensas cartas que les escribía. Y de ahí aprendió Jack Kerouac su estilo arrollador, la idea del rollo de papel continuo que convirtió En el camino en algo absolutamente distinto a su primera novela.
El primer tercio es el mayor esfuerzo literario de Neal Cassady, que a ratos debió de pensar que no tenía por qué ser menos que sus colegas en eso de escribir. Constituye su autobiografía, un relato pormenorizado -precedido de un largo «Prólogo» en el que da cuenta de los trabajos y desvelos de sus antepasados- de sus tremendos y terribles primeros años, El primer tercio de su vida, que transcurrió entre miserias dando tumbos por los barrios bajos de Denver. Según Carolyn, su viuda, Cassady fue escribiéndolo a impulsos irregulares, de tanto en tanto, entre 1948 y 1954, época en la que leía también mucho, y sobre todo, a Marcel Proust. Luego se lo dio a un amigo y se olvidó de él, y años más tarde fue rescatado y publicado por Lawrence Ferlinghetti en su City Lights Press. Un modo de cerrar el círculo nuclear de toda la Generación Beat.
En esta edición se recogen también otros textos de Neal Cassady, así como varias cartas a Jack Kerouac y Ken Kesey.
RESEÑAS DE PRENSA
Seguro que Neal Cassady es la persona que más libros e historias inspiró y protagonizó en la literatura universal del siglo XX. Epítome del movimiento perpetuo como personaje real y como personaje literario, fue una fuerza de la naturaleza de tal magnitud que su papel como demiurgo de los escritores de la Generación Beat, como el auténtico genio que estaba detrás de todo el grupo -ya a partir de Go, de John Clellon Holmes, la novela bautismal de la generación-, le ganó un puesto en las letras y la mitología popular norteamericanas, y en todo Occidente. Y aunque también escribió unas cuantas cosas de mérito por su cuenta, nunca las publicó estando vivo. No tenía tiempo: tenía que correr de un lado a otro, millas y más millas por raíles y asfaltos, saltar de cama en cama y de bar en bar y de colocón en colocón, para que otros intentaran seguir su ritmo y se vieran obligados a detenerse a tomar aliento y retratarlo o aludirlo en un montón de libros famosos (y quizás, en tantos sentidos, extraordinarios).
Así, es el Dean Moriarty de la mítica En el camino, el Cody Pomeray de Visiones de Cody y de Los Vagabundos del Dharma -novelas todas de Jack Kerouac-, es N. C., el héroe secreto de Aullido, el enorme poema fundacional de Allen Ginsberg, y es, con su propio nombre y por derecho, Cowboy Neal, el incansable conductor pirado de «Further», el autobús escolar de Ken Kesey -el autor de Alguien voló sobre el nido del cuco-y su banda de Alegres Bromistas pirados en los viajes psiquedélicos que con tanto brío cuenta Tom Wolfe en la que seguramente es su mejor obra: Ponche de ácido lisérgico. Y luego, más adelante, también se harían canciones (Grateful Dead) y películas sobre Cassady y su mundo, como La última vez que me suicidé de Stephen Kay o Generación perdida de John Byrum.
Pero a los beats la inspiración que Neal Cassady les dio no les vino sólo del individuo excepcional, del hombre «más rápido del mundo», de sus hazañas de semental ambidextro e insaciable, del hombre que nunca tenía suficiente, sino que les vino también de su verborrea incontenible, de su capacidad de contar y divagar sin aburrir horas y horas, y del estilo igualmente libre y torrencial que conseguía instilar en las extensas cartas que les escribía. Y de ahí aprendió Jack Kerouac su estilo arrollador, la idea del rollo de papel continuo que convirtió En el camino en algo absolutamente distinto a su primera novela.
El primer tercio es el mayor esfuerzo literario de Neal Cassady, que a ratos debió de pensar que no tenía por qué ser menos que sus colegas en eso de escribir. Constituye su autobiografía, un relato pormenorizado -precedido de un largo «Prólogo» en el que da cuenta de los trabajos y desvelos de sus antepasados- de sus tremendos y terribles primeros años, El primer tercio de su vida, que transcurrió entre miserias dando tumbos por los barrios bajos de Denver. Según Carolyn, su viuda, Cassady fue escribiéndolo a impulsos irregulares, de tanto en tanto, entre 1948 y 1954, época en la que leía también mucho, y sobre todo, a Marcel Proust. Luego se lo dio a un amigo y se olvidó de él, y años más tarde fue rescatado y publicado por Lawrence Ferlinghetti en su City Lights Press. Un modo de cerrar el círculo nuclear de toda la Generación Beat.
En esta edición se recogen también otros textos de Neal Cassady, así como varias cartas a Jack Kerouac y Ken Kesey.