CATÁLOGO | Panorama de narrativas
Falsa identidad
Sue Trinder, una joven huérfana de diecisiete años que vive en el Londres más salvaje, protegida por la señora Sucksby, la gran «madre» de una dickensiana comunidad de delincuentes, es enviada a una mansión en el campo como doncella de la joven Maud Lilly, también huérfana y de su misma edad. Pero Sue va con una misión: ayudar a Richard Rivers, Caballero, un aristócrata desclasado, fullero y estafador, falsificador y lo que se tercie, a seducir a la inocente Maud. Porque Caballero planea casarse con la joven, recluirla luego en un manicomio y gozar de la fortuna que Maud ha heredado de su madre. Hay un obstáculo, claro está, el excéntrico tío de Maud, un bibliófilo empedernido. Aunque en la mansión de los Lilly nada es lo que parece, y la experimentada Sue resultará ser mucho más inocente que la inocente Maud, a quien su tío ha educado para que sea la lectora de su secreta biblioteca de pornografía, para deleite de él y de su círculo de refinados amigos...
«Con ciertas novelas, uno envidia a los que aún no las han leído, por el intenso placer que les espera. Y ésta, sin niguna duda, es una de ellas. Larga, tenebrosa, retorcida, un espléndido artefacto literario, una experiencia inolvidable» (Julie Myerson, The Guardian).
«Los libros de Waters son mucho más que inteligentes pastiches históricos: hay en ellos una mirada y una sensibilidad contemporáneas. Sus novelas son refinadas reconstrucciones de época y sus argumentos están espléndidamente construidos. Hay en ellos peligro, misterio, histeria y corrupción. Pero también aquello que sólo se insinuaba en las novelas victorianas: sexualidad, pornografía, drogadicción. Es como si Charlotte Bronte se apasionara por las discotecas y Dickens saliera del armario» (The lndependent).
«Una novela gloriosamente melodramática, con personajes fascinantes que van más allá del heroísmo o la maldad. El atractivo de Waters reside en su perversa, subversiva lectura de la novela del siglo XIX» (Time Out).
«La fuerza de esta novela se debe en gran parte a las oscuras y transgresoras corrientes que la recorren: es una novela victoriana que los victorianos jamás habrían osado escribir... Waters seduce a sus lectores con la misma destreza que sus villanos seducen a sus víctimas» (The New York Times Book Review).
«Una novela tan inteligente, tan atractiva, que si ustedes, como yo, desconfían de las novelas históricas, deberían abandonar todos sus prejuicios. Waters no es sólo una buena escritora de novela histórica, es una de nuestras mejores escritoras, sin más» (Matt Thorne, lndependent on Sunday).
«La principal novela victoriana que Waters se propone invertir, pervertir y transgredir es La dama de blanco, de Wilkie Collins. Es admirable la habilidad con que la autora, al mismo tiempo que da la vuelta como un guante a la novela de Collins, domina con mano maestra todos los recursos literarios que él postulaba. Hazlos reír, hazlos llorar, haz que estén en vilo, enseñaba el maestro. Y Waters lo hace, y también algo mucho más difícil: nos deja boquiabiertos de asombro y admiración» (John Sutherland, London Review of Books).
RESEÑAS DE PRENSA
Sue Trinder, una joven huérfana de diecisiete años que vive en el Londres más salvaje, protegida por la señora Sucksby, la gran «madre» de una dickensiana comunidad de delincuentes, es enviada a una mansión en el campo como doncella de la joven Maud Lilly, también huérfana y de su misma edad. Pero Sue va con una misión: ayudar a Richard Rivers, Caballero, un aristócrata desclasado, fullero y estafador, falsificador y lo que se tercie, a seducir a la inocente Maud. Porque Caballero planea casarse con la joven, recluirla luego en un manicomio y gozar de la fortuna que Maud ha heredado de su madre. Hay un obstáculo, claro está, el excéntrico tío de Maud, un bibliófilo empedernido. Aunque en la mansión de los Lilly nada es lo que parece, y la experimentada Sue resultará ser mucho más inocente que la inocente Maud, a quien su tío ha educado para que sea la lectora de su secreta biblioteca de pornografía, para deleite de él y de su círculo de refinados amigos...
«Con ciertas novelas, uno envidia a los que aún no las han leído, por el intenso placer que les espera. Y ésta, sin niguna duda, es una de ellas. Larga, tenebrosa, retorcida, un espléndido artefacto literario, una experiencia inolvidable» (Julie Myerson, The Guardian).
«Los libros de Waters son mucho más que inteligentes pastiches históricos: hay en ellos una mirada y una sensibilidad contemporáneas. Sus novelas son refinadas reconstrucciones de época y sus argumentos están espléndidamente construidos. Hay en ellos peligro, misterio, histeria y corrupción. Pero también aquello que sólo se insinuaba en las novelas victorianas: sexualidad, pornografía, drogadicción. Es como si Charlotte Bronte se apasionara por las discotecas y Dickens saliera del armario» (The lndependent).
«Una novela gloriosamente melodramática, con personajes fascinantes que van más allá del heroísmo o la maldad. El atractivo de Waters reside en su perversa, subversiva lectura de la novela del siglo XIX» (Time Out).
«La fuerza de esta novela se debe en gran parte a las oscuras y transgresoras corrientes que la recorren: es una novela victoriana que los victorianos jamás habrían osado escribir... Waters seduce a sus lectores con la misma destreza que sus villanos seducen a sus víctimas» (The New York Times Book Review).
«Una novela tan inteligente, tan atractiva, que si ustedes, como yo, desconfían de las novelas históricas, deberían abandonar todos sus prejuicios. Waters no es sólo una buena escritora de novela histórica, es una de nuestras mejores escritoras, sin más» (Matt Thorne, lndependent on Sunday).
«La principal novela victoriana que Waters se propone invertir, pervertir y transgredir es La dama de blanco, de Wilkie Collins. Es admirable la habilidad con que la autora, al mismo tiempo que da la vuelta como un guante a la novela de Collins, domina con mano maestra todos los recursos literarios que él postulaba. Hazlos reír, hazlos llorar, haz que estén en vilo, enseñaba el maestro. Y Waters lo hace, y también algo mucho más difícil: nos deja boquiabiertos de asombro y admiración» (John Sutherland, London Review of Books).