CATÁLOGO | Panorama de narrativas
El señor Phillips
Todos los días laborables de los últimos treinta años, el señor Phillips ha salido de su casa en los suburbios con su maletín en la mano, y se ha dirigido a su trabajo en una empresa de servicios en Londres. Y hoy, un tibio lunes del mes de julio, hará exactamente lo mismo, aunque ya nada será igual. Para empezar, no llevará un rumbo fijo, pues el viernes lo han despedido. No se lo ha dicho a su mujer, ni sabe si se lo dirá, y sólo puede hablar consigo mismo, en un ininterrumpido soliloquio, de esta experiencia que ha trastocado para siempre su vida, de este cambio radical que inaugura una nueva etapa. Y así, este hombre sin atributos, este prudente contable de mediana edad, casado y con dos hijos, emprenderá un peculiar viaje por la cotidianeidad y por sí mismo, un viaje que le traerá encuentros inesperados -conocerá a un insólito pornógrafo, seguirá los pasos de una celebridad de la televisión, se verá atrapado en el atraco a un banco- y no menos inesperados descubrimientos acerca de sí mismo.
La novela de Lanchester -y el día del señor Phillips- fluye con una aparente facilidad que linda con la perfección. De minucia en minucia, de recuerdo en recuerdo, se despliega ante el lector toda la estructura de una vida, el fidelísmo retrato del vecino de la casa de al lado, pintado con una sutileza casi puntillista, lleno de matices. Es la épica sin heroísmos de una vida como todas, de un hombre que, como ha dicho Simone Weil, «abandonado en el universo no tendría ningún derecho, pero tendría deberes».
«Excepcionalmente divertida, a menudo de una inteligencia asombrosa... A pesar de los ecos de Evelyn Waugh, de Beckett, de Larkin y de Alan Bennett, pienso que los verdaderos precursores de El señor Phillips son Sartre y Camus. En otras palabras, nos encontramos ante algo impensable, casi absurdo, una espléndida novela existencialista inglesa. Con su impecable estilo, su absoluta ausencia de sentimentalidad fácil y su irónica manera de plantear los cómicos problemas de la filosofía, el señor Phillips es un contemporáneo de Tristram Shandy. Y su nombre se convertirá en un signo de nuestro tiempo» (Adam Phillips, London Review of Books).
«El señor Phillips es un heredero del Prufrock de T.S. Eliot, de los hombrecillos con bombín de Magritte, de todos los oficinistas que aparecen en la literatura y el arte de nuestro siglo» (John Dugdale, Literary Review).
«Como en su novela anterior, En deuda con el placer, Lanchester encabalga su narración en esas pequeñas epifanías, digresiones filosóficas y divertidas observaciones, casi epigramas, que hacen de sus novelas una experiencia realmente gozosa. Pero El señor Phillips también explora un nivel de la realidad londinense que raramente encontramos en la ficción, y confirma a su autor como un talento mucho más amplio y más flexible de lo que podríamos haber sospechado» (Christopher Tayler, Times Literary Supplement).
«Un libro divertidísimo, que asombrará a los fans de su libro nabokoviano En deuda con el placer; una segunda novela triunfal, muy distinta a la primera, de un autor extraordinariamente dotado, y que no se repite· a sí mismo» (Barbara Trapido, The lndependent on Sunday).
RESEÑAS DE PRENSA
Todos los días laborables de los últimos treinta años, el señor Phillips ha salido de su casa en los suburbios con su maletín en la mano, y se ha dirigido a su trabajo en una empresa de servicios en Londres. Y hoy, un tibio lunes del mes de julio, hará exactamente lo mismo, aunque ya nada será igual. Para empezar, no llevará un rumbo fijo, pues el viernes lo han despedido. No se lo ha dicho a su mujer, ni sabe si se lo dirá, y sólo puede hablar consigo mismo, en un ininterrumpido soliloquio, de esta experiencia que ha trastocado para siempre su vida, de este cambio radical que inaugura una nueva etapa. Y así, este hombre sin atributos, este prudente contable de mediana edad, casado y con dos hijos, emprenderá un peculiar viaje por la cotidianeidad y por sí mismo, un viaje que le traerá encuentros inesperados -conocerá a un insólito pornógrafo, seguirá los pasos de una celebridad de la televisión, se verá atrapado en el atraco a un banco- y no menos inesperados descubrimientos acerca de sí mismo.
La novela de Lanchester -y el día del señor Phillips- fluye con una aparente facilidad que linda con la perfección. De minucia en minucia, de recuerdo en recuerdo, se despliega ante el lector toda la estructura de una vida, el fidelísmo retrato del vecino de la casa de al lado, pintado con una sutileza casi puntillista, lleno de matices. Es la épica sin heroísmos de una vida como todas, de un hombre que, como ha dicho Simone Weil, «abandonado en el universo no tendría ningún derecho, pero tendría deberes».
«Excepcionalmente divertida, a menudo de una inteligencia asombrosa... A pesar de los ecos de Evelyn Waugh, de Beckett, de Larkin y de Alan Bennett, pienso que los verdaderos precursores de El señor Phillips son Sartre y Camus. En otras palabras, nos encontramos ante algo impensable, casi absurdo, una espléndida novela existencialista inglesa. Con su impecable estilo, su absoluta ausencia de sentimentalidad fácil y su irónica manera de plantear los cómicos problemas de la filosofía, el señor Phillips es un contemporáneo de Tristram Shandy. Y su nombre se convertirá en un signo de nuestro tiempo» (Adam Phillips, London Review of Books).
«El señor Phillips es un heredero del Prufrock de T.S. Eliot, de los hombrecillos con bombín de Magritte, de todos los oficinistas que aparecen en la literatura y el arte de nuestro siglo» (John Dugdale, Literary Review).
«Como en su novela anterior, En deuda con el placer, Lanchester encabalga su narración en esas pequeñas epifanías, digresiones filosóficas y divertidas observaciones, casi epigramas, que hacen de sus novelas una experiencia realmente gozosa. Pero El señor Phillips también explora un nivel de la realidad londinense que raramente encontramos en la ficción, y confirma a su autor como un talento mucho más amplio y más flexible de lo que podríamos haber sospechado» (Christopher Tayler, Times Literary Supplement).
«Un libro divertidísimo, que asombrará a los fans de su libro nabokoviano En deuda con el placer; una segunda novela triunfal, muy distinta a la primera, de un autor extraordinariamente dotado, y que no se repite· a sí mismo» (Barbara Trapido, The lndependent on Sunday).