CATÁLOGO | Narrativas hispánicas
Los delitos insignificantes
Los delitos insignificantes es la historia de la relación entre Ortega, homosexual de mediana edad y escritor frustrado, con Quirós, joven guapo y desenfadado que se encuentra en paro semivoluntario. Tras su encuentro fortuito narrado en tono festivo, que refleja la alegría de los dos protagonistas por haber conocido a una persona «diferente», y que cobra dimensiones histriónicas con la presencia de la madre de Quirós, una viuda en trance de segundas nupcias, cuyas apariciones en calidad de estrella invitada provocan inevitablemente la carcajada, la historia va ensombreciéndose hasta que, en su última parte, se precipita la acción, entra en escena el erotismo y todo desemboca en un trágico desenlace.
La narración fluye siempre con extraordinaria amenidad, pues Álvaro Pombo regresa esta vez a la técnica tradicional que ya había utilizado en los excelentes Relatos sobre la falta de sustancia. En efecto, este maestro del claroscuro (véase El héroe de las mansardas de Mansard) vuelve a ser aquí diáfano sin ser simple, sencillo sin huir de la complejidad, y divertidísimo sin soslayar el patetismo.
Los delitos insignificantes comparte, además, con los relatos, una crítica de la visión desestructurada del mundo, característica de este fin de siglo, en la que la vida humana aparece desprovista de argumento, de esqueleto, de última vertebración. Así, los delitos, por graves que sean sus consecuencias, resultan por definición insignificantes. (Podría decirse que Ortega, que se concibe a sí mismo como insignificancia vergonzante, se enfrenta a Quirós, que se concibe a sí mismo como insignificancia desvergonzada.)
Los delitos insignificantes, más que novela sobre la homosexualidad, es una novela sobre la cobardía de la conciencia que prefiere ignorar los valores, y confirma la gran preocupación ética de uno de los más importantes narradores españoles de nuestro tiempo.
RESEÑAS DE PRENSA
Los delitos insignificantes es la historia de la relación entre Ortega, homosexual de mediana edad y escritor frustrado, con Quirós, joven guapo y desenfadado que se encuentra en paro semivoluntario. Tras su encuentro fortuito narrado en tono festivo, que refleja la alegría de los dos protagonistas por haber conocido a una persona «diferente», y que cobra dimensiones histriónicas con la presencia de la madre de Quirós, una viuda en trance de segundas nupcias, cuyas apariciones en calidad de estrella invitada provocan inevitablemente la carcajada, la historia va ensombreciéndose hasta que, en su última parte, se precipita la acción, entra en escena el erotismo y todo desemboca en un trágico desenlace.
La narración fluye siempre con extraordinaria amenidad, pues Álvaro Pombo regresa esta vez a la técnica tradicional que ya había utilizado en los excelentes Relatos sobre la falta de sustancia. En efecto, este maestro del claroscuro (véase El héroe de las mansardas de Mansard) vuelve a ser aquí diáfano sin ser simple, sencillo sin huir de la complejidad, y divertidísimo sin soslayar el patetismo.
Los delitos insignificantes comparte, además, con los relatos, una crítica de la visión desestructurada del mundo, característica de este fin de siglo, en la que la vida humana aparece desprovista de argumento, de esqueleto, de última vertebración. Así, los delitos, por graves que sean sus consecuencias, resultan por definición insignificantes. (Podría decirse que Ortega, que se concibe a sí mismo como insignificancia vergonzante, se enfrenta a Quirós, que se concibe a sí mismo como insignificancia desvergonzada.)
Los delitos insignificantes, más que novela sobre la homosexualidad, es una novela sobre la cobardía de la conciencia que prefiere ignorar los valores, y confirma la gran preocupación ética de uno de los más importantes narradores españoles de nuestro tiempo.