Perorata del apestado
En 1946, en un sanatorio para tuberculosos de la Conca d'Oro, —castillo de Atlante y campo de exterminio—, unos singulares personajes, supervivientes de la guerra y presumiblemente incurables, pelean débilmente consigo mismos y con los otros, en espera de la muerte. Largos duelos de gestos y de palabras; de palabras sobre todo: febriles, tiernas, barrocas a tono con el barroco de una tierra que ama la hipérbole y el exceso. Tema dominante: la muerte que se propaga sutilmente, se disfraza, se esconde, se extravía, musicalmente reaparece. Y todo esto entre los ropajes de una escritura en equilibrio entre el desgarro y el falsete y en un espacio siempre más acá o más allá de la historia... que podría incluso simular un escenario o la niebla de un sueño.
«Bellísima novela: dan ganas de decirlo con toda la impudicia que este adjetivo, bellísima, hoy día encierra, y de una rara, contenida fuerza expresiva» (Enzo Siciliano, Corriere della Sera).
«Enfermedad, metáfora de la vida... Un libro memorable» (Fluvio Panzevi, Il Sabato).
«Un caso literario... Último y genial outsider, descubierto por Sellerio y Sciacia» (Giacinto Spagnoletti, Il Tempo).
«¡Qué maestro, este Don Gesualdo!», (Leonardo Sciascia, L'Espresso).
RESEÑAS DE PRENSA
En 1946, en un sanatorio para tuberculosos de la Conca d'Oro, —castillo de Atlante y campo de exterminio—, unos singulares personajes, supervivientes de la guerra y presumiblemente incurables, pelean débilmente consigo mismos y con los otros, en espera de la muerte. Largos duelos de gestos y de palabras; de palabras sobre todo: febriles, tiernas, barrocas a tono con el barroco de una tierra que ama la hipérbole y el exceso. Tema dominante: la muerte que se propaga sutilmente, se disfraza, se esconde, se extravía, musicalmente reaparece. Y todo esto entre los ropajes de una escritura en equilibrio entre el desgarro y el falsete y en un espacio siempre más acá o más allá de la historia... que podría incluso simular un escenario o la niebla de un sueño.
«Bellísima novela: dan ganas de decirlo con toda la impudicia que este adjetivo, bellísima, hoy día encierra, y de una rara, contenida fuerza expresiva» (Enzo Siciliano, Corriere della Sera).
«Enfermedad, metáfora de la vida... Un libro memorable» (Fluvio Panzevi, Il Sabato).
«Un caso literario... Último y genial outsider, descubierto por Sellerio y Sciacia» (Giacinto Spagnoletti, Il Tempo).
«¡Qué maestro, este Don Gesualdo!», (Leonardo Sciascia, L'Espresso).