CATÁLOGO | Panorama de narrativas
El hombre invadido
Este libro de Gesualdo Bufalino, después de dos novelas memorables, Perorata del apestado y Argos el ciego, recoge una veintena de relatos bastante distantes entre sí por lugar, época, humor y ocasión, pero ligados por un hilo común, casi como cantos de un poema narrativo o capítulos de una novela. De una novela histórica, si se quiere, a partir del momento en que los héroes de estas fábulas o «moralidades legendarias» son frecuentemente personajes históricos (de Baudelaire a Ferdinando I, de Georgias a Jack el Destripador) o parahistóricos (Noé, Eurídice, Giufà...), atrapados en un equilibrio entre sofisma y pasión, cábala y realidad; inscritos, cada uno de ellos, en el desfiladero del propio siglo (desde los orígenes del mundo a una segunda y supuesta hecatombe atómica, después del milenio...), y no sin que un aire de milagro irónico y triste acompañe cada uno de sus gestos y palabras.
En El hombre invadido se convocan los temas habituales y predilectos del autor: los hechizos y los fraudes de la memoria, la oscura y amenazadora fuerza de los libros, la trama de muerte y amor, la inverosimilitud y, al mismo tiempo, la terrible belleza de vivir, el dificultoso, tal vez prohibido, monólogo-diálogo con lo invisible. Todo ello en un estilo de extremada elegancia, a la que una pátina de antigüedad espera conferir, como a las piedras el tiempo, un dorado fulgor.
RESEÑAS DE PRENSA
Este libro de Gesualdo Bufalino, después de dos novelas memorables, Perorata del apestado y Argos el ciego, recoge una veintena de relatos bastante distantes entre sí por lugar, época, humor y ocasión, pero ligados por un hilo común, casi como cantos de un poema narrativo o capítulos de una novela. De una novela histórica, si se quiere, a partir del momento en que los héroes de estas fábulas o «moralidades legendarias» son frecuentemente personajes históricos (de Baudelaire a Ferdinando I, de Georgias a Jack el Destripador) o parahistóricos (Noé, Eurídice, Giufà...), atrapados en un equilibrio entre sofisma y pasión, cábala y realidad; inscritos, cada uno de ellos, en el desfiladero del propio siglo (desde los orígenes del mundo a una segunda y supuesta hecatombe atómica, después del milenio...), y no sin que un aire de milagro irónico y triste acompañe cada uno de sus gestos y palabras.
En El hombre invadido se convocan los temas habituales y predilectos del autor: los hechizos y los fraudes de la memoria, la oscura y amenazadora fuerza de los libros, la trama de muerte y amor, la inverosimilitud y, al mismo tiempo, la terrible belleza de vivir, el dificultoso, tal vez prohibido, monólogo-diálogo con lo invisible. Todo ello en un estilo de extremada elegancia, a la que una pátina de antigüedad espera conferir, como a las piedras el tiempo, un dorado fulgor.