¡Europa, Europa!
Ha transcurrido más de medio siglo desde la catástrofe que asoló a la civilización europea, pero nuestro continente no se ha hundido definitivamente. ¿Qué consecuencia ha comportado su reconstrucción, tanto en Occidente como en los países del Este? ¿Qué defectos lo están deformando y dónde se esconden sus oportunidades?
Estas preguntas nos las plantea el libro de Enzensberger, en el que pone en práctica un género que él mismo ha inventado y al que se ha llamado reportaje ideológico: el escritor adopta el papel de periodista y se interna en los más recónditos escondrijos de las sociedades que analiza. Con ello logra un maridaje indisoluble entre el reportaje, el diálogo y el ensayo; entre la faceta documental, la narrativa y la teórica: «La investigación y la fantasía -afirma Enzensberger- no se excluyen mutuamente. Mis trabajos semejan una procesión danzante. Cuando permanezco inmóvil no me entero de nada.»
El resultado de una investigación de este tipo sólo puede reducirse a un común denominador a través de la paradoja: la irregularidad y la mezcolanza son el punto fuerte de Europa. La unidad del continente tal como la entienden la lógica de las transnacionales, de los partidos políticos y de las burocracias -es decir, como medio de homogeneidad- no es sino una quimera: Europa es impensable como bloque. No es casualidad que el autor se acerque a su objeto de investigación desde la periferia: los tres «grandes», Francia, la República Federal de Alemania y el Reino Unido, quedan excluidos de este libro.
«Enzensberger, esta llave maestra de fronteras, de culturas y de amistades cosmopolitas, es él solo una Comunidad europea espontánea, sin instituciones ni burocracia y, por el contrario, con una mente alerta, inteligente y alegre. Visitar con él Suecia, Italia, Hungría, Portugal, Noruega, Polonia y España y el año 2006 da la impresión de emprender la ruta con un escritor-periodista que sería el sobrino del Stendhal de los viajes y del Sterne de los novillos escolares... Un alemán volador más ligero que el aire, más rápido que el sonido e inteligente como la electricidad» (Claude Roy, Le Nouvel Observateur).
RESEÑAS DE PRENSA
Ha transcurrido más de medio siglo desde la catástrofe que asoló a la civilización europea, pero nuestro continente no se ha hundido definitivamente. ¿Qué consecuencia ha comportado su reconstrucción, tanto en Occidente como en los países del Este? ¿Qué defectos lo están deformando y dónde se esconden sus oportunidades?
Estas preguntas nos las plantea el libro de Enzensberger, en el que pone en práctica un género que él mismo ha inventado y al que se ha llamado reportaje ideológico: el escritor adopta el papel de periodista y se interna en los más recónditos escondrijos de las sociedades que analiza. Con ello logra un maridaje indisoluble entre el reportaje, el diálogo y el ensayo; entre la faceta documental, la narrativa y la teórica: «La investigación y la fantasía -afirma Enzensberger- no se excluyen mutuamente. Mis trabajos semejan una procesión danzante. Cuando permanezco inmóvil no me entero de nada.»
El resultado de una investigación de este tipo sólo puede reducirse a un común denominador a través de la paradoja: la irregularidad y la mezcolanza son el punto fuerte de Europa. La unidad del continente tal como la entienden la lógica de las transnacionales, de los partidos políticos y de las burocracias -es decir, como medio de homogeneidad- no es sino una quimera: Europa es impensable como bloque. No es casualidad que el autor se acerque a su objeto de investigación desde la periferia: los tres «grandes», Francia, la República Federal de Alemania y el Reino Unido, quedan excluidos de este libro.
«Enzensberger, esta llave maestra de fronteras, de culturas y de amistades cosmopolitas, es él solo una Comunidad europea espontánea, sin instituciones ni burocracia y, por el contrario, con una mente alerta, inteligente y alegre. Visitar con él Suecia, Italia, Hungría, Portugal, Noruega, Polonia y España y el año 2006 da la impresión de emprender la ruta con un escritor-periodista que sería el sobrino del Stendhal de los viajes y del Sterne de los novillos escolares... Un alemán volador más ligero que el aire, más rápido que el sonido e inteligente como la electricidad» (Claude Roy, Le Nouvel Observateur).