El corto verano de la anarquía

Si Enzensberger ha decidido llamar «novela» a esta reconstrucción de la vida y muerte de Durruti, no ha sido por un exceso de modestia y menos aún por ironía. Le ha llevado a ello una preocupación por el rigor, rigor ni más ni menos paradójico que la propia empresa del libro.

El volumen empieza con un prólogo, «Los funerales», y acaba con un capítulo sobre «La posteridad». Entre ambos se cuenta la historia de un héroe proletario, desde su infancia en una pequeña ciudad del norte de España hasta las «siete muertes» de Durruti, que nunca han sido aclaradas. El autor justifica por qué decidió narrar esta vida basándose exclusivamente en documentos: reportajes, discursos, octavillas, folletos; así como memorias y entrevistas con testigos oculares que sobrevivieron. Esta vida no está escrita por nadie, y por una razón poderosa: ningún escritor se habría arriesgado a escribirla: «se parece demasiado a una novela de aventuras» (Enzensberger citando a Ehrenbourg). Novela-collage, pues, reconstrucción siempre fragmentaria, a la vez incompleta y demasiado rica, «contradictoria», siempre vinculada a las centelleantes incertidumbres de la tradición oral: novela de Durruti donde la Historia aparece como «ficción colectiva».

La necesidad de este procedimiento narrativo se manifiesta en cada página. Está muy centrada en la persona de Durruti, el cual, antes de convertirse en uno de los líderes militares de la guerra civil, participó en España y fuera de ella, en muchos atentados, atracos a bancos y secuestros, actos clandestinos por definición, y de los cuales sería inútil esperar la relación exacta. Pero también gira en torno a la naturaleza misma de la lucha anarquista. «Allí donde las masas toman por su mano sus propios asuntos, en vez de confiarlos a los dirigentes políticos, no es habitual publicar las actas. Raramente lo que ocurre en la calle se relata por escrito», dice Enzensberger.  En una entrevista reciente en Barcelona, Enzensberger afirmó: «Fue un trabajo apasionante porque me permitió hablar con un tipo de personas que en el mundo actual ya no serían reales, porque la pureza de aquella gente ya no existe», y calificó esa etapa del anarquismo español como «una de las aventuras más fascinantes del siglo xx».

«Las entrevistas con los viejos anarquistas son extraordinariamente valiosas, ya que no se habían hecho públicas hasta ahora, lo mismo que los extractos de las Memorias del párroco rural Jesús Arnal, salvado por Durruti del habitual fusilamiento a los párrocos encarcelados, y que se convirtió en su secretario» (Walter Haubrich, Frankfurter Allgemeine Zeitung).

«Enzensberger nos ofrece un material de lectura emocionante y electrizante... Su posición frente a la revolución es clara. Nos lanza muchas preguntas, aparte de los interrogantes que todo el libro nos suscita, pero no pretende darnos ninguna respuesta definitiva. El corto verano de la anarquía sólo puede ser una de las muchas posibles respuestas» (D. Rasch, Neue Cuxhavener Zeitung).

«La discusión sobre si este libro es una novela o no, se antoja ociosa: su lectura es mucho más sustanciosa y emocionante que la de cualquier libro etiquetado hoy como «novela»... No está compilado por un hombre que se interesa sólo por sí mismo, sino por un autor que, por afortunadas circunstancias, recibió material de esa época y ha sabido hacer uso de él» (Frankfurter Rundschau).