CATÁLOGO | Panorama de narrativas
El ojo
Orgía de la confusión, baile de las identidades, celebración del guiño, El ojo es una inquietante y deliciosa novela corta de Nabokov. El gran maestro ruso-norteamericano pone aquí en marcha todas sus cualidades de deslumbrante prosista y hábil imitador de las formas narrativas convencionales para, a acara descubierta, nada por aquí, nada por allá, hacer pasmosos juegos malabares que, sin duda, deleitarán al lector. Imitando, en efecto, las formas de la novela de intriga, El ojo desarrolla una búsqueda que conduce a su protagonista por un laberinto de espejos, donde trata de encontrarse a sí mismo sin hallar más que imágenes borrosas, distorsionadas, engañosas, devueltas por un millón de ojos.
Esta extraña historia situada en el ambiente típico de las primeras novelas de Nabokov, el universo cerrado de la emigración rusa en la Alemania prehitleriana. En medio de esta burguesía ilustrada y expatriada, Smurov, el protagonista de la historia y suicida frustrado, es unas veces espía bolchevique y otras héroe de la guerra civil; enamorado sin fortuna un día y homosexual al día siguiente. De modo que, sobre una base de novela de misterio (en la que sobresalen dos escenas memorables, excelsamente nabokovianas: la del librero Weinstock invocando a los espíritus de Mahoma, César, Pushkin y Lenin, y el desgarrador y sospechoso relato de Smurov acerca de su huida de Rusia), Nabokov constituye una narración que va mucho más lejos, porque el enigma a desvelar es el de una identidad capaz de mudar de color con la misma frecuencia que un camaleón.
Un autor que «como todos los grandes escritores es, él solo, todo una literatura» (Miguel García-Posada).
RESEÑAS DE PRENSA
Orgía de la confusión, baile de las identidades, celebración del guiño, El ojo es una inquietante y deliciosa novela corta de Nabokov. El gran maestro ruso-norteamericano pone aquí en marcha todas sus cualidades de deslumbrante prosista y hábil imitador de las formas narrativas convencionales para, a acara descubierta, nada por aquí, nada por allá, hacer pasmosos juegos malabares que, sin duda, deleitarán al lector. Imitando, en efecto, las formas de la novela de intriga, El ojo desarrolla una búsqueda que conduce a su protagonista por un laberinto de espejos, donde trata de encontrarse a sí mismo sin hallar más que imágenes borrosas, distorsionadas, engañosas, devueltas por un millón de ojos.
Esta extraña historia situada en el ambiente típico de las primeras novelas de Nabokov, el universo cerrado de la emigración rusa en la Alemania prehitleriana. En medio de esta burguesía ilustrada y expatriada, Smurov, el protagonista de la historia y suicida frustrado, es unas veces espía bolchevique y otras héroe de la guerra civil; enamorado sin fortuna un día y homosexual al día siguiente. De modo que, sobre una base de novela de misterio (en la que sobresalen dos escenas memorables, excelsamente nabokovianas: la del librero Weinstock invocando a los espíritus de Mahoma, César, Pushkin y Lenin, y el desgarrador y sospechoso relato de Smurov acerca de su huida de Rusia), Nabokov constituye una narración que va mucho más lejos, porque el enigma a desvelar es el de una identidad capaz de mudar de color con la misma frecuencia que un camaleón.
Un autor que «como todos los grandes escritores es, él solo, todo una literatura» (Miguel García-Posada).